Ser prudentes nos lleva a advertir las posibles consecuencias que nuestras palabras o acciones pueden originar. Esta virtud nos permite actuar de manera correcta, apegados a las normas y reglas que rigen en nuestra sociedad, respetando y valorando nuestra propia vida y la de nuestros semejantes.
La prudencia nos lleva a tomar las precauciones necesarias en el transitar por la vida, evitando así crear inconvenientes para nosotros y nuestro prójimo. La prudencia, así como todos nuestros valores esta inmersa en todos los aspecto de nuestra vida; cuantas situaciones podemos evitar con el simple hecho de evaluar y considerar las posibles consecuencias.
La prudencia es tan discreta que pasa inadvertida ante nuestros ojos. Nos sorprendemos cuando observamos personas que habitualmente toman decisiones acertadas y tenemos la impresión de que jamás se equivocan; sacan adelante y con éxito todo lo que se proponen; conservan la calma aún en las situaciones más difíciles, percibimos su comprensión hacia todas las personas y jamás ofenden o pierden la compostura. Así es la prudencia, decidida, activa, emprendedora y comprensiva.
Es importante desarrollar valores en nuestros niños y niñas, la prudencia por ejemplo la podemos trabajar diciéndole un pequeño secreto, el cual deben guardar por un tiempo; este puede ser una sorpresa de cumpleaños para algún miembro de la familia. Otra manera de crear prudencia en los niños y niñas es hablarles sobre el cuidado que debemos tener al cruzar la calle y ser precavidos de observar en todas las direcciones necesarias o esperar que el semáforo este en el color (rojo) indicado para el paso de peatones.
Es muy fácil desarrollar los valores en los niños y niños, siempre y cuando los adultos sean los mejores modelos a seguir en su cumplimiento, recordando que en la primera infancia los niños y niñas aprenden por imitación.
"Lo más seguro es una lengua silenciosa. Aún algo bueno puede ser perjudicial si se menciona en un momento inoportuno o a una persona inconveniente".